domingo, 26 de agosto de 2012

Museo Sívori


Por Anibal Cedrón


Museo para todos es la consigna que orientan las actividades del
Museo de Artes Plásticas Eduardo Sivori. Suena a Fútbol para
todos, y suena también a obvio, si se tiene en cuenta que los museos
nacieron con la revolución francesa y la modernidad, en el Palacio
del Louvre, para exhibir públicamente el tesoro real artístico. Pero
no tan obvio, cuando el carácter público de los Museos estatales de la
ciudad de Buenos Aires está bajo amenaza por el exiguo presupuesto
asignado a los mismos –sólo 37 millones de pesos anuales, el 0,1 por
ciento del que cuenta la ciudad- , y porque la política del gobierno
porteño se limita a promover el modelo de Museos privados y de
Fundaciones, como el MALBA o el Museo de Arte Contemporáneo,
que se abrirá próximamente, allende al paralizado Museo estatal de
Arte Moderno.


Sin embargo, sobrellevando los avatares, el Museo Eduardo Sivori es
un museo exitoso. Al respecto, María Isabel de Larrañaga -Directora
del Museo-, en su prólogo al flamante libro, que registra buena parte
de la colección del Museo, reconoce con motivos el éxito alcanzado
bajo su gestión: “Somos el museo municipal que más ha crecido en
estos últimos años en cantidad de público. Lo hemos hecho en el
marco de un programa de manejo que nos propusimos de entrada:
partiendo de una definida propuesta ideológica –“museo de todos para
todos”–“.

Ese crecimiento, también se debió a que después de seis décadas
de vida trashumante, desde 1996 cuenta con un edificio propio: el ex
Hostal del Ciervo, que remodelado adquirió una peculiar belleza
por su integración armoniosa a los jardines del Rosedal en el Parque
3 de Febrero. El logro dio paso a la materialización de un segundo
sueño que se impuso la actual dirección, que fue recuperar buena
parte del patrimonio del Museo, diseminado por carecer de sede; lo
cual a su vez permitió alcanzar un tercer sueño, después de dieciséis
años de gestión por parte de su actual dirección, con el aporte
económico de la Fundación YPF, que es la publicación del magnífico
libro-catálogo sobre la colección de obras de arte del Museo. Su
registro gráfico y relevamiento de la misma, nos permite valorar la

llamada modernidad artística en nuestro país y el despegue autónomo
del centralismo europeo, como también de las distintas vertientes
estéticas tanto figurativas como abstractas, lo que es analizado en un
pormenorizados prólogo: “Introducción al arte moderno argentino del
siglo XX”, de María Isabel de Larrañaga y de Alberto Petrina.

Así, por otra parte, el libro nos da testimonio del extraordinario
volumen -en calidad y cantidad- que adquirió la colección del Museo
a través de sus casi ochenta años de existencia. Es el resultado de
una política de Estado, que sostuvo los objetivos que inspiraron a la
fundación del Museo en 1933, por iniciativa del concejal socialista
Fernando Ghio, quien conjuntamente a su primer director, el escultor
Luis Falcini, unieron criterios para la realización de una colección
pública, cuya finalidad sería mostrar el desarrollo en conjunto de las
artes plásticas en el país. Sin embargo la dificultad para concretar el
proyecto, era cómo reunir y seleccionar obra contemporánea. Con
esa finalidad, se resolvió en 1936 la realización anual de un Salón
de Pintura, Escultura, Dibujo y Grabado, con premios adquisición
de obra, análogo al Salón Nacional de Bellas Arte. Ésa política
de Estado fue la base de la colección patrimonial del museo,
que se fue acrecentando con compras directas y con importantes
donaciones particulares. Lo cual impulsa a María Isabel de Larrañaga
afirmar en su prólogo, quizás advirtiendo intenciones oficiales no
auspiciosas, que: “… si los premios adquisición por disciplina algún día
desapareciesen, los ciudadanos de Buenos Aires y de todo el país nos
empobreceríamos culturalmente. En tiempos en que los precios de las
obras han subido –y los fondos destinados a la compra de patrimonio
han mermado casi hasta la extinción–, esta colaboración virtuosa entre
artistas y Estado se vuelve imprescindible”.

Ciertamente el libro-catálogo es un sueño cumplido no sólo para
las autoridades del Museo, sino para toda la comunidad artística
argentina.

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