El niño prodigio por excelencia de la historia de la música llega a nuestra columna con una obra compuesta a sus ocho años. Así nomás...
Si uno tiene el privilegio de visitar Viena o Salzburgo, dos lugares fundamentales en relación a la vida del hombre que, junto con Franz Joseph Haydn y el primer Beethoven, llevó a sus máximas alturas al período del Clasicismo en música (es decir, la segunda mitad del siglo XVIII), no tarda ni cinco minutos en tomar verdadera consciencia del impresionante atractivo que su figura ejerce y ha venido ejerciendo desde hace un par de siglos sobre el imaginario popular.
Muñequitos con peluca y vestido
de época, tazas, llaveros, remeras, conciertos para turistas ofrecidos hasta el
hartazgo, nombres de plazas, calles, bares y restaurantes, marionetas que
cantan sus óperas, más conciertos para turistas, museos auspiciados por grandes
empresas y, por qué no recordarlo, películas de hollywood que se encargan de
perpetuar una biografía idealizada hasta el límite de lo verosímil (pobre
Salieri, dicho sea de paso) son solo algunos de los innumerables engranajes de una
eficiente maquinaria industrial montada para explotar la memoria de un hombre
cuya obra representa, más allá de todos los detalles de color asociados a su
figura, una de las cimas de la música occidental de tradición escrita.
¿Qué mejor para recordar la
temprana carrera de ese niño prodigio que fue paseado por las cortes europeas
tocando y componiendo a tempranísima edad, que vivió rápido, compuso mucho y murió
joven, que mostrar alguno de sus primeros hallazgos? Con ustedes, los primeros
dos movimientos de la primera sinfonía de Mozart, compuesta a sus ocho añitos :
Acerca de la composición de la primera sinfonía de
Mozart cuyo tercer movimiento presentamos a continuación, poseemos un
testimonio de primera mano, el de Maria Anna – “Nannerl” -, su hermana, que por
aquel entonces contaba con trece años de edad. Al respecto nos comenta que allá
por agosto del año 1764 la familia Mozart se encontraba en Inglaterra, país en
el que vivieron durante más de un año como parte de las incansables giras para
promocionar el talento de los dos hermanos (recordemos que Nannerl fue ya desde
su niñez una extraordinaria intérprete de teclado). Habían alquilado una casa
en las afueras de Londres con el objeto de que el padre se recuperara de una
grave afección en la garganta que casi se cobra su vida. En esa situación, y
teniendo prohibida la ejecución de teclado para no perturbar el reposo paterno,
el niño Mozart se mantuvo ocupado escribiendo su primera sinfonía, que su
hermana copiaba a su lado. Se nota que hizo bien los deberes, ya que acusa la
influencia de los compositores germano-parlantes activos en Londres y París por
aquellos tiempos – y entre ellos de uno de los hijos del gran Bach, Johann
Cristian, a quien Mozart tenía en muy alta estima. Escuchemos el tercer
movimiento de esta obra seminal :
Como es habitual, esperamos que disfruten del material. ¡Hasta la próxima!
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