Dmitri Shostakovich (1906-1975)
A diferencia de los otros dos
grandes compositores rusos de la primera mitad del siglo XX, Igor Stravinsky y
Sergei Prokofiev, que obtienen desde temprano grandes triunfos en el exterior,
Shostakovich desarrolla su carrera íntegramente en Rusia. Sus inicios como
joven prodigio, presentando su primera sinfonía a los 19 años como trabajo de
graduación, le valieron un temprano reconocimiento que perduraría a lo largo de
su extensa carrera.
Mucho se ha hablado acerca de la
influencia de la política en la obra de Shostakovich. Su música, deudora tanto de la herencia del Romanticismo como de
los hallazgos musicales de las primeras décadas del siglo, es públicamente
censurada en su país en dos ocasiones : 1936 y 1948. En la primera oportunidad,
un artículo sin firma en Pravda, el periódico del Partido Comunista (atribuído
al propio Stalin), lo amonesta severamente en relación a su ópera “Lady Macbeth
del distrito de Mtsensk”, acusada entre otras cosas de exhibir un supuesto
“caos sonoro” muy al gusto de la decadencia burguesa occidental y de desatender
“los deseos y expectativas del público soviético” (que sin embargo mostró un
gran interés por la obra hasta la publicación del artículo).
En 1948, el llamado decreto
Zhdanov (nombre del tristemente famoso político y “censor cultural” del
partido), con la excusa de amonestar la obra de un compositor menor, termina
sancionando duramente ciertas obras de Prokofiev y Shostakovich entre otros.
El posterior arrepentimiento público (y forzado) del compositor no evitó que
durante varios años pesara sobre él y su familia una quita de beneficios
considerable (con despido de su trabajo en dos conservatorios incluido) y el
calificativo de “enemigo del pueblo”. Obligado por aquellos años a trabajar
como rehabilitación en obras menores y funcionales al partido, encontró tiempo
sin embargo para escribir varias obras importantes “para el escritorio” – es
decir, sin esperanza de un estreno inmediato -. Una de estas obras es el ciclo
de canciones que presentamos en nuestra columna : “De la poesía folklórica
judía” Op 79. Originalmente para piano, soprano, mezzosoprano y tenor, en la
cortina pudimos escuchar el octavo número del ciclo, “Invierno”, en la versión
orquestal realizada por el autor en 1964. La versión está a cargo de Ryszard
Karczykowski (tenor) y la Royal Concertgebouw Orchestra dirigida por
Bernard Haitink.
Hete aquí el texto, notable por su crudeza :
Mi Sheydl está en cama,
y con ella un niño enfermo.
No hay ni una astilla en la cabaña sin calefacción,
y afuera el viento aúlla. Ah…
El frío y el viento han regresado,
uno no puede soportarlos y estar en silencio.
Así que chillen, lloren niños,
pues el viento ha regresado. Ah…
Basta una somera lectura de los
textos de estas canciones,
junto con la escucha de su puesta en música, para dar cuenta de ciertas
características básicas del estilo de su autor : en pocas palabras, la
combinación de gravedad extrema con una ironía corrosiva que sabe extraer
hilaridad aún de los momentos más trágicos. Quizás sea esto lo que Shostakovich
encontró al hojear de casualidad un libro de recopilación de poesías folklóricas
judías traducidas del íddish al ruso, en sintonía con su propio temperamento
artístico. La elección de estos textos en un momento en que el régimen de
Stalin daba rienda suelta a una política de antisemitismo declarado ha sido
interpretada desde varios ángulos. Quizás, la identificación del autor en ese
momento con una minoría perseguida, junto con esa conjunción de
pathos/hilaridad de las poesías, dieron a las canciones una dimensión simbólica que representaba algo así como una
vía de escape ante el agobio del aislamiento artístico y laboral que tuvo que
soportar luego de la censura pública en 1948.
Como prueba de la ironía cáustica
del gran Shostakovich, los invitamos a escuchar la séptima canción del ciclo
“de la poesía folklórica judía”, titulado elocuentemente “La canción de la
miseria”
El tejado duerme dulcemente
en el ático bajo la paja.
En la cuna duerme un niño
sin pañales, todo desnudo.
Hop, hop, ¡más alto, más alto!
Una cabra come la paja del tejado.
Hop, hop, ¡más alto, más alto!
Una cabra come la paja del tejado ¡oy!.
La cuna está en el ático,
en él una araña teje el infortunio.
Succiona mi felicidad,
dejandome solamente miseria.
Hop, hop, ¡más alto, más alto!, etc.
Un gallo está en el ático,
con una brillante cresta roja.
Oy, querida, pide para los niños
un pedazo de pan duro.
Hop, hop, ¡más alto, más alto!, etc.
Esperamos, como siempre, que disfruten el material. ¡Hasta la próxima!
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