miércoles, 20 de agosto de 2014

Libros recomendados en nuestra columna de literatura

Un día con Historia, por Laura Giussani, 17 de agosto de 2014, “Muy bueno el programa”, Radio Nacional.
Un día como hoy moría José de San Martín. Le agradezco a mi amigo Edgardo Mendoza, docente e investigador de San Juan, quien me hizo llegar este mensaje: “Nada me emocionó tanto como cuando supe que el ejército de José de San Martín, durante el cruce de los Andes, transportó doce ejemplares de Los Derechos del Hombre, la obra del filósofo ingles Thomas Paine, destinados a la formación de los oficiales.




Pensar que un concepto tan fuerte está ya relacionado con la mejor de nuestras epopeyas.” En el cruce de los Andes también hubo libros formativos en las alforjas. Pero hoy conmemoramos también otro aniversario: Hace exactamente 94 años –el 17 de agosto de 1920– estallaron en Santa Cruz las primeras huelgas de los obreros rurales; así se inició la lucha que pasaría a la historia como "La Patagonia trágica" por el fusilamiento de 1500 peones ordenado y ejecutado por Héctor Benigno Varela, en pleno gobierno de Yrigoyen.(recomiendo una excelente nota de hoy en Tiempo de Ricardo Raggendorfer) Por eso, traje para recomendar dos libros de historia, de dos autores que tienen mucho en común. Ambos son investigadores, de esos que buscan en los archivos, recorren los lugares, sacan fotos, toman testimonios. Y, al mismo tiempo, despuntan el vicio del escritor de ficciones. Es que la realidad y la ficción, todos sabemos, van de la mano. Ellos son: Marcelo Constant y Federico Lorenz. De Lorenz ya les he hablado en otra oportunidad, por su libro sobre Malvinas y por una excelente novela histórica ubicada a fines de la primera guerra mundial. Pero hoy traigo una investigación que me impactó y creo que viene a cuento con nuestra historia reciente:“Algo parecido a la felicidad”. de , 2013 Una minuciosa investigación sobre la resistencia en el Astillero Naval Astarsa que fue uno de los íconos de la lucha obrera de los primeros setenta. No por casualidad, el 24 de marzo de 1976 el gobierno de Videla secuestró a 11 obreros del Astillero. Hace unos meses comenzó el juicio por la responsabilidad de estos secuestros y está todo el Tigre movilizado. El mismo Federico Lorenz testimonió en este proceso. El título del libro proviene de una frase dicha por uno de aquellos obreros sobrevivientes que al recordar esas jornadas épicas de conquistas laborales a fuerza de lucha y solidaridad le dijo que en esos días se vivía “algo parecido a la felicidad”. El estilo de relato es atrapante, tiene algo dethriller histórico político. Desde un inicio desliza una pregunta inquietante: porqué murió quemado el obrero José María Alesia el 24 de mayo de 1973 ¿accidente o sabotaje? Lo cierto es que su muerte fue el disparador de la toma de los astilleros, una toma compleja,armada, donde debían controlar más de 16 hectáreas, y una de las más importantes victorias obreras de esos años. La mañana del accidente, el diario Crónica publicaba una solicitada de los obreros exigiendo mayor seguridad en el trabajo. Al día siguiente, asumía Héctor J. Cámpora la presidencia. Como si se hubieran alineado los planetas, todo sucedía en un mismo día. La agrupación de los Astilleros que llevó adelante la toma se llamó José María Alesia. Los militares y casi todos los partidos políticos tradicionales han puesto el acento en la responsabilidad de las organizaciones armadas al fomentar el golpe militar. Se ha echado un manto de olvido sobre estas resistencias sindicales, que eran muchas, y que parecían imparables. Bien venga este libro para echar un poco de luz sobre éste fenómeno obrero revolucionario. El texto contiene una documentación histórica y testimonial impresionante, y está escrito por un historiador que también es escritor. Se lee con la agilidad de una ficción y estremece por ser pura realidad. El otro día tuve ocasión de conocer a dos familiares de las víctimas de Astarsa, conmovidas porque después de tantos años iban a ira declarar en el juicio oral para reivindicar a sus padres y maridos, obreros revolucionarios. A ellas, Delia Belardinelli y Graciela Villalba, a su coraje y perseverancia va dedicada esta recomendación. Seguramente están sintiendo por estos días “Algo parecido ala felicidad”, como dice el título que Federico Lorenz. Marcelo Constant también eligió como tema de investigación la responsabilidad empresaria en el exterminio premeditado. En esta ocasión se trata de algunos empresarios azucareros de Jujuy en contra de los pueblos originarios en el período de 1880-1920. Es decir, cuando se estaba gestando nuestro Estado-Nación. No solo el desierto patagónico sufrió el avance del “progreso”. Los indios del chaco eran obligados, a veces a fuerza de latigazos, a incorporarse como mano de obra barata, sin casas y con poca comida, en los Ingenios del norte. Un trabajo historiográfico que incluye un ensayo con fotografías de la época. El nombre del libro, “Machos, Chinas y Osacos”, se refiere a las expresiones que usaban en el departamento de personal de los ingenios para cosificar a los aborígenes. Nolos mencionaban como hombres, mujeres o niños. Ellos eran machos, chinas y los chicos, Osacos. El relato se interna en los orígenes de nuestra Nación, en la guerra de conquista que terminó con el aniquilamiento de las comunidades autóctonas. No lo hace desde el panfleto sino desde la investigación histórica. Así me entero que los hacían caminar tres meses desde Chaco hasta Jujuy, y leo las declaraciones de ministros de la época en la que reivindican la maravillosa idea de usar a los indios como esclavos de las fábricas. Constant también analiza la posterior Ley de Residencia que tenía como único objetivo echar del país a los extranjeros indeseables, o de indeseables a secas. Excelente información historiográfica, también fácil de leer y acompañada por magníficas fotos de época. Una excelente idea de Sudestada animarse a publicarla. De allí venimos. La masacre de los pueblos originarios no fue cosa de conquistadores españoles simplemente, sino por criollos dueños de la tierra, hace apenas cien años. Las epopeyas no siempre salen victoriosas.

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