Laura Giussani, en la columna de literatura, nos presentó al ruso Gaito Gazdanov.
Hoy traje para que lo conozcan al Ruso Gaito. Lo menciono con su nombre de pila porque ya tenemos cierta intimidad, llevo una semana durmiéndome y despertándome con él. Excelente experiencia.
Su apellido no es fácil de pronunciar, Gazdanov. Estamos hablando de Gaito Gazdanov, nacido en 1903 en San Petersburgo: a los dieciséis años combatió en la guerra civil rusa, previa a la Revolución, y luego se exilió en París, en donde después de ejercer disparatados oficios de exiliado se convirtió en cronista de algún diario, anduvo por los tugurios parisinos con la misma curiosidad con la que por ese entonces Arlt caminaba los boliches porteños, creo que se hubieran llevado bien si se conocían. Durante la segunda Guerra Mundial colaboró con los partisanos franceses.
Gazdanov no es un “escritor de oficio”, de esos que manejan bien las palabras y se dedican a inventar historias. Su vida es una novela en sí misma, vive situaciones límites que buscan respuestas. Necesita comprender, por eso escribe. Y el lector que necesite comprender dramas semejantes se verá lógicamente conmovido e identificado ¿Cuánto puede influir en una persona algo que sucedió por los vientos de la historia cuando solo tenía dieciséis años?
La novela se llama: “El espectro de Alexander Wolf”. Relata la historia de un muchacho que a los 16 años combatió en la guerra civil rusa y luego se exilió en París. Cualquier similitud con la historia del autor es mera coincidencia. Solo indica que sabe de lo que habla. No es poco.
Ya en las primeras páginas ubica al lector en el drama fundamental: “Nada influyó más en mi vida como la única muerte que cometí”. El hecho ocurrió cuando el protagonista tenía solo 16 años y andaba medio perdido –como siempre están los combatientes en cualquier guerra- solo, en medio de un bosque, y aparece un jinete que desempuña un fusil y mata a su yegua. El caballo cae, el adolescente mira, ve un fusil que lo apunta y dispara. Asesina con un tiro certero al ignoto jinete. La guerra antes era cuerpo a cuerpo. Uno mataba a otro. Y lo veía. Y era algo gratuito, sin motivo, solo porque se encontraron en esa circunstancia en un lugar indicado. No hubo testigos del hecho. Estaban solos. Aún así el recuerdo lo atormentó durante muchos años.
Un día lee un cuento en el que el autor narra un episodio muy parecido, como si hubiera sido un testigo ignoto de aquel crimen. En torno a ese misterio se desarrolla la historia. Novela de suspenso que tiene el mérito de incorporar tantas reflexiones personales acerca de la muerte, el destino, el azar, la culpa, la redención y el amor, que el desenlace final es casi lo de menos. Uno lamenta cuando llega.
Confieso que desde hace muchos años, quizás desde esa lejana juventud en la que devoraba los libros de Dostoievsky, Stendhal, Tolsoi, y demás clásicos, no leía con tanto gusto, curiosidad y avidez un libro.
Elogiado por Máximo Gorki, definido como una “obra literaria hipnótica” por Antony Beevor, Gazdanov formó parte de la denominada “generación rusa desapercibida”. Murió en 1971.
Hoy debemos agradecer a la editorial de Luis Chitarroni, La Bestia Equilatera, haber rescatado del olvido a este magnífico escritor. Es bueno recordar cómo se presenta esta joven editorial: “ La Bestia Equilatera toma su nombre de la novela homónima que se empezó a escribir hace ya muchos años. ¿Quién sabe cuánto tiempo más hará falta para que su autor ponga el punto final? Cansados de esperar, un grupo de fanático amenazó al escritor con el célebre imperativo: ‘Primero publicar, después escribir’. Y decidieron aguardar el nacimiento de la misteriosa bestia publicando libros para mantener viva la una vieja ilusión: siempre habrá alguna obra maravillosa que todavía no fue descubierta, no se tradujo o ni siquiera comenzó a escribirse”.
Gracias Luis, mientras esperamos que la Bestia asome, por regalarnos estas joyas literarias.
En abril en todas las librerías, con lanzamiento simultáneo en Ebook.
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